Déjate en paz

Aloha!

Hoy quiero hablarte de tres temas: del silencio, de cuidarte y de los eventos agradables.

Hace un par de días, el 31, ese día tan cercano al mundo de lo invisible, en el que se celebra la CastanyadaHalloween y la conexión con los muertos y los espíritus de la sombra, se me cayó el teléfono al suelo y murió. Gracias a esa oportunidad, al margen del primer stress que conlleva el sentirse incomunicada, el preguntarse si habrá muerto por completo, cuánto costará la reparación y de pasar el mono por no poder hacer fotos ni vídeos ni compartir cosas en las redes, pude disfrutar de un espacio virgen desde el cual podía desaparecer, volar, hacer lo que quisiera sin que nada ni nadie tuviera por qué saberlo. Y me encantó. No porque llegara a hacer nada muy distinto a lo que hubiera hecho con la mirada del móvil encendida, sino por el simple hecho de saber que estaba sola y era libre de hacer lo que quisiera con mi vida, en ese preciso instante. Mi vida, en esas horas, fue sólo mía. Y nada ni nadie tenía nada que decir al respecto. Ningún comentario, ningún like, ninguna recomendación, ningún mail, ningún whatsapp para preguntar «dónde estás» o «cómo estás», o «he pensado esto» o «falta hacer lo otro», o «tenemos que quedar», ni ninguna foto, ningún link, ningún meme, ningún emoticono, ningún gif. Todo ese ruido, toda esa berborrea colectiva en la que estamos inmersos y de la cual si salimos puede parecer que no somos responsives, que no somos educados, se fue al carajo. Y ¡qué respiro! Pude ser maleducada con excusa por unas horas. Fucking marvelous.

Entonces caí en la cuenta de que tuve una sensación similar días atrás en el retiro de silencio de mindfulness. Una de las cosas que más me gustó fue que tuviéramos el permiso para estar en silencio aún en colectividad, permiso para no mirarnos ni interactuar entre nosotros, es decir para convivir durante unas horas sin necesidad de hablar ni asentir ni hacer gestos ni preocuparnos por el bienestar de los demás; tan sólo por nuestro cuidado. Esa situación, por su simpleza, me otorgó calma y tranquilidad. Relax. Pues nos devolvía, sin esfuerzo, a cada uno de nosotros a nuestro lugar, a nuestro espacio, a nuestro poder y nuestro silencio y nos descargaba del peso de la responsabilidad respecto a los demás. Era un «ocúpate primero de ti mismo», «escúchate», «déjate en paz» y en consecuencia «déjalos en paz», «ellos saben mejor que tú lo que necesitan», «tú sabes mejor que ellos lo que necesitas». Tan sólo quédate en silencio. Y permanece en ti.

 

Rest in peace, silence, sssshhhht

 

Así que, a raíz de estas experiencias, esta semana te voy a recomendar:

1. Déjate en paz. Busca momentos en los que puedas desconectar de todo y evadirte del ruido y de la necesidad de responder de forma automática a las demandas externas. Nada es tan urgente. Todo (casi todo) puede esperar. Haz el ejercicio de discernir entre qué es urgente y lo que no. Tú decides, tú mandas. Primero es tu espacio, tu vida, tu libertad de movimiento y de decisión. Déjate en paz. Déjalos en paz. Deja que te dejen en paz. Y que se dejen en paz.

2. Cuídate. Busca espacios de silencio, de calma, de descanso. Permítete hacer lo que te pide tu cuerpo. Deja de sobreexigirte, de sobrecargarte. Cuídate. Primero a ti y luego a los demás. Es así de simple: Si te tratas con descuido a ti mismo, como tienes carencias las empiezas a proyectar en los demás sin darte cuenta y maltratas del mismo modo a los otros, porque la naturaleza trata de compensar ese desequilibrio, esa falta o flaqueza inicial, con concesiones, con favores, con parches. Si te cuidas, eres autosuficiente y estás completo. Les das a los demás el espacio para que se ocupen de sus cosas, de que resuelvan sus propios entresijos, que se hagan fuertes y aprendan a cuidarse, del mismo modo que tú estás aprendiendo. Y, poco a poco, todo se pone en su lugar y te vas dando cuenta de que la mayor parte del tiempo lo que es mejor para ti es mejor para los demás. Porque no estamos separados. Y porque si te cuidas, estás cuidando a los demás, empezando por que les estás quitando la responsabilidad de cuidarte.
Y desde el silencio, el dejarse en paz y el cuidarse voy a un ejercicio de mindfulness, a mi parecer muy propiciado por los factores que he comentado previamente y difícil de llegar sin ellos, que es:  
3. Haz una lista de eventos agradables. Si tratas de hacer esto a lo largo de un día y luego a lo largo de una semana, verás que a lo mejor al principio sólo «ves» o «anotas» aquellos eventos excepcionales como pueden ser una llamada inesperada de un viejo amigo, un abrazo de un ser querido, una salida a un lugar idílico, que te toque la lotería… Pero poco a poco irás abriendo la percepción y lograrás captar muchos más eventos agradables a lo largo del día, como tomar una ducha caliente, comer un plato que te gusta, dormir en una cama confortable, vestirte con ropa limpia y olorosa, disfrutar haciendo tu trabajo, acariciar a tu gato, escuchar una risa que te pone de buen humor, bailar una canción que te encanta, quedarte en la cama unos minutos más, escuchar el ruido de las hojas crujir, leer un libro, mantener una conversación interesante, ver una serie emocionante, ir a una clase de yoga, montar en bici, hacer el amor, reír con tus amigos y un largo etcétera.

En realidad tenemos, en el día, infinitas oportunidades para «ver» y «disfrutar» eventos agradables. Sólo que si no nos cuidamos, ni aprendemos a estar en silencio, ni nos dejamos en paz de vez en cuando, en mitad del ruido y de la prisa y las demandas externas, es difícil percibirlos. Y simplemente estaban allí, pero se escapan, se nos escapan. La vida se nos escapa. Así que, ¿a qué esperas? Los eventos agradables suceden aquí y ahora. En cada instante. Abre los ojos. Abre los sentidos. Abre la piel. Y vive.    

🙂

With love,

A.

corazon

Ningún comentario

Escribe un comentario